Roger Fisher, director del Harvard Negotiation Project señalaba el peligro de los negociadores que por mantener un proceso de negociación, asumen conductas complacientes con la contraparte, al ceder posiciones, ser flexibles ante las demandas de la contraparte y evitar confrontaciones para no parecer intransigentes; es lo que Fisher definiría hoy en día como “negociadores cooperantes”. Tanto el comunicado presentado por el enviado del Vaticano el pasado 12 de noviembre tras el tercer encuentro en la mesa de diálogo, en la que al final no se sabe qué papel jugó, si mediador, facilitador o acompañante; como el leído a dos voces por las partes en conflicto, dejó un mal sabor; en particular por haber transado, cedido y prolongado la crisis que asfixia al país.
La resolución de diferencias, conflictos como se quiera llamar se resuelve por unos mecanismos plenamente identificados en la Carta de la ONU en su Artículo 33 (negociación, mediación, facilitación, arbitraje, investigación) aplicados permanentemente por el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se privilegia la negociación como la vía más efectiva y directa. Por lo tanto, no es el dialogo ni las conversaciones el mecanismo que puede llevar a una solución a la crisis que nos embarga y evite un estallido popular de dimensiones inimaginables.
Desde un principio el gobierno se encargó de satanizar la negociación, y la MUD cayó en la trampa al comprar el dialogo en lugar de exigir la negociación. Un dialogo sin agenda común, con un solo propósito; el comprar tiempo. Por otra parte, cuando la oposición solicito la intervención del Vaticano, el gobierno se dio su postín para aceptarlo. El sí lo dio cuando tenía el agua al cuello, cuando la presión de calle era inaguantable, cuando el malestar hacia mella en sus filas y le era necesario buscar una bombona de oxígeno. Sin embargo, los negociadores cooperantes tiraron por la borda la oportunidad, al ceder inexplicablemente las posiciones ganadas: Matar el revocatorio; vergonzosamente desincorporar los diputados indígenas; creer en el compromiso de la liberación de unos rehenes del gobierno; exhibir como un logro, el respeto a la constitucionalidad y atribuciones de la Asamblea Nacional, violado y violentado nuevamente con la última sentencia del TSJ.
La falta de alimentos y medicinas son un problema; el secuestro de las instituciones otro problema; pero la solución no está en el dialogo ni en conversaciones furtivas para lavarle la cara al gobierno; la solución está en el revocatorio popular, el resto de los compromisos y acuerdos son accesorios. Veremos que ocurre el próximo 6 de diciembre.
@grevanales