“Una noche le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
-Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
-Por qué ha de ser, compadre contestó el coronel Genireldo Márquez-: por el gran Partido Liberal.
-Dichoso tú que lo sabes contestó él-. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
-Eso es malo -dijo el coronel Gerineldo Márquez.
Al coronel Aureliano Buendía le divirtió su alarma. «Naturalmente -dijo-. Pero en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea». Lo miró a los ojos, y agregó sonriendo:
-O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie.”
Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.
Me voy a permitir entrar en una abierta confrontación con muchos, incluso algunos buenos amigos sobre Colombia, pues ella alberga serias contradicciones, como para despacharlos así de fácil. El Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) recientemente realizó un conversatorio sobre los acuerdos de paz; calificados por algunos de fracasados. Fue una iniciativa que buscaba y busca encontrar las claves para explicar ese proceso. Se vertieron opiniones muy respetadas, incluso, algunas polémicas y dignas de ser estudiadas. Ese conversatorio o mesa redonda, como actividad del COVRI, estuvo ajustado y preciso. No fue excluyente de ninguna opinión, por el contrario procuró escuchar las diversas opiniones en un clima de “camaradería”; o, como dicen los filósofos: se observó la confrontación de opiniones en un clima de unidad en la diversidad.
Confieso que he reflexionado sobre el tema y tardíamente, me permito volcar en letras mi opinión. Nunca es tarde cuando la dicha es buena; sobre todo que ese conflicto, en vías de solucionarse, apunta a ser un paradigma a seguir por otras realidades que felizmente no han alcanzado esa dimensión tan grave que asumió el país neogranadino. Más de medio siglo de guerras, violaciones a los DDHH, pobreza, atraso, división de esa sociedad y tantas desastrosas consecuencias que debemos colocar la lupa en ese conflicto para que no se repita en nuestro país.
Hemos hablado mucho sobre el Vietnam de Ho Chi Min, sobre África de Sur de Mandela y sus experiencias. Sin embargo, el caso colombiano nos toca en términos muy sensibles, por la cercanía antropológica y geográfica; luego, la cantidad de colombianos que conviven con nosotros en esta tierra de gracia.
Me refugio en la historia y en la literatura para explicar mi postura. En primer lugar, encuentro al corso Napoleón Bonaparte quien meditó mucho sobre el desastre que significó su aventura en Rusia. Un hombre que no respetó los límites ni las proporciones, y el resultado, hoy, se observa en la historia.
Tras la batalla de Borodino, éste, se preguntaba: ¿Dónde están los prisioneros?” El hombre que fácilmente había conquistado a la Europa continental. No comprendía. No hubo prisioneros. Los rusos combatieron hasta la última gota de sudor en Borodino, región, para ese momento, acosada, por los efluvios otoñales, cercana a Moscú, es un área de casi 50 kms. Fue una sangrienta batalla que determinó que Francia y Napoleón la perdieran al no ganarla; en tanto que Rusia y el Zar la ganaren al perderla.
Muchas pérdidas humanas. Franceses y rusos regaron el área con su sangre. Esa batalla mostró el carácter bravío de los rusos y la disposición. Su moral indestructible. Actuaron al unísono. Clausewitz sentenció que para ganarle militarmente a los rusos había que actuar con objetivos claros. Llegó a decir: “…el único medio para vencer a Rusia es aprovechar la discordia interna entre el pueblo y el poder. Si no la hay, es imposible vencer a Rusia”. El propio corso lo dijo en un momento de reflexión: “Rusia fue un error fatal”. Borodino lo corroboró.
León Tolstoi recreó, con su pluma,esa tragedia a través de los ojos de sus actores durante ese conflicto. Nos referimos a La Guerra y la Paz. Obra escrita para exponer el desarrollo de una historia que todos sabían aprobada por la historia. Sin embargo, la novela procuró hurgar en los personajes, vale decir, a través de varias familias rusas y, especialmente, a través de los ojos de ciertos personajes, el príncipe Andrei y Pierre Bolkonski Bezuhov, quienes buscan descubrir el sentido de la vida. Es una particular historia que refleja a una gran tragedia. Tras evocarse la suerte de del Imperio de Alejandro Magno, el romano; el sino del napoleónico, no podía ser distinto; éste, marcó el inició de su decadencia en tierras rusas. La batalla de Borodino evidenció que Napoleón fue un sueño temporal, pero un sueño al fin.
La Guerra y Paz es la gran obra maestra literaria del siglo XIX. Ella marcó también una gran épica. La novela muestra y marca con su enorme y densa claridad una época silenciada por los fusiles y la pólvora.
Los personajes principales de la novela son Pierre Bezuhov un modesto miembro de la nobleza rusa; el príncipe André Bolkonski, Natasha Rostov una mujer de gran belleza. El resto de los personajes, un total de 500, construyen la épica de la novela con un ordenado como sincrónico esqueleto y armazón de hechos y acontecimientos que sacudieron a Rusia en 1812.
La Guerra y Paz de León Tolstoi es una reflexión sobre la historia. Historia que se muestra cual complicado juego de ajedrez, donde los peones son los hombres mismos. El gran Mariscal Kutuzov, sin su ojo derecho, se evidenció como un “viejo astuto y mañoso”; él, salvó a Rusia, porque tenía que ser así, concluye, Tolstoi. Una novela cuya grandeza histórica y filosófica descubre la decadencia de las naciones poderosas. Basta con preguntarse: ¿cómo fue posible que Rusia no pudo ser conquistada por Napoleón? Los elementos especulativos son rechazados por los hechos de la misma realidad: no lo logró y punto. Luego, según vemos, para Tolstoi, cada nación, pueblo y cada hombre tiene una especie de suerte y destino que no se puede cambiar.
Según Hegel la historia es el escenario donde el hombre lucha por su libertad. Para Tolstoi el objetivo de la historia es la libertad humana en relación con el espacio, el tiempo cuyos orígenes pueden ser difíciles de conocer. El hombre debe ser libre para conocer y conocer para ser libre. Quien lo hace muestra su libertad por conocer la historia. Los personajes principales de Tolstoi muestran su destino. Una vez finalizada la guerra, ellos reanudan su vida en un ambiente de paz. Ella, paulatinamente, se impone hasta que el hombre mismo alcanza su estado óptimo, de conformidad con su nivel de conciencia y su destino.
Para Tolstoi quien creó una obra única sobre el sino del hombre que pasa de una vivencia a otra (de la guerra a la paz) se observa el afán de conseguir la libertad humana. Todas las guerras y las revoluciones siempre son conducidas en nombre de la libertad. Creemos con Tolstoi quien de alguna manera, con su citada novela, fundó la filosofía de la causalidad de la historia, recrea la posibilidad de que siempre hay una solución a los problemas de la libertad del hombre, aunque determinadas decisiones no marquen la inmediata como plena satisfacción del individuo. Gallegos se lo planteó también en Reinaldo Solar.
En este marco filosófico es que encuentro la similitud de La Guerra y la Paz de Tolstoi con el acuerdo de paz de Colombia. Éste se produce para obtener algo que le generaría la posibilidad de iniciar la paz en la nación neogranadina. No se dio; es lamentable. Esperamos, no sea tarde para el arrepentimiento de los factores que negaron esa posibilidad. Me refiero también a aquellos que vieron ese acuerdo bajo el prisma de la teoría de los juegos. Algunos amigos, y muy buenos ellos, observaron una asimétrica relación. Ganaba la guerrilla y perdía el gobierno colombiano. No creo eso sea tan fácil. Sobre la perdida y ganancia de los actores, hay que recordar que es una negociación. En todo acto negociador se pierde y se gana. Por lo que no se comprende esa simplificación de un proceso tan complejo. Para Santos, para Colombia, incluso para los oponentes al acuerdo es vital concertarlo, pues la paz es una ganancia que supera todas las concesiones a las que se puede llegar. Hay que ver con la imaginación el futuro de Colombia en paz, sin ese conflicto, con una economía fuerte y dominando los escenarios al exportar todo lo mejor de sí; ella, presente en los dos océanos: el Atlántico y el Pacifico. Eso es lo que hay que ver.
Luego, se habló del fatal escenario para discutir: Cuba. Pues, como ésta, siempre fue proclive, propiciadora, estimuladora de la guerrilla de las FARC; como sede generaba suspicacia.También se dijeron otras cosas más, entre las cuales que ese acuerdo no reflejaba a la toda la sociedad colombiana, sobre todo a los familiares de las víctimas. En parte tienen razón. Me permito recordar a quienes hablan del escenario; Vietnam aceptó Paris para conversar sobre la paz con los EEUU. Francia fue enemiga y colonizadora de ese pequeño país hasta que en 1953 durante la batalla de Bien Dien Phu, fue derrotada, lo que señaló el fin de su presencia colonial en Indochina. Me imagino el rostro de los vietnamitas recordando las bombas de fabricación norteamericana de napalm sobre sus cuerpos. Hay decenas de fotografías mostrando esa cruda realidad. Lo más importante: esas fotografías estaban en la mente de los negociadores cuando firmaron la paz en Paris en 1973 y cuando, Madame Bhin, la gran negociadora vietnamita, elegantemente ataviada, chocaba su copa de champaña con los norteamericanos ese día.
Kissinger dice en su libro Un Mundo restaurado, pág. 41, a quien me permito citar: …”los acontecimientos de 1812, demostraron que el juego ya no se podía ganar pulverizando al antagonista ni a las piezas; que debía jugarse de acuerdo con sus propias reglas, las que concedían mayor peso a la sutileza que a la fuerza bruta”. Esto, nos ayuda a comprender lo siguiente: Santos, históricamente ganó, no por el Premio Nobel a la Paz, sino por mostrarse como el hombre que colocó todos sus huevos en la canasta de la negociación para conseguir la paz en Colombia, en tanto que sus adversarios hicieron lo contrario: optaron por la posibilidad de imponer otro esquema de negociación. Ojalá y no sea muy tarde para el estallido de un nuevo conflicto. Seguro se reabrirán otros canales de negociación, pero, mientras los muertos seguirán. Esperemos que no. Ojalá, y no recrudezca el conflicto, como ojalá que ellos mismos no concluyan, preguntándose como lo hiciera Aureliano Buendía, el personaje del Gabo: ¿para qué seguimos en esta guerra?
@eloicito