La ecología se posiciona como uno de los temas fundamentales de nuestros tiempos y uno de los objetivos centrales de la agenda de las relaciones internacionales. La salud del planeta es la base de nuestra existencia, tanto su deterioro, como su conservación no conoce de fronteras, etnias, culturas, ideologías o clases sociales. La ecología nos hace evidente que es una dinámica global, que exige soluciones globales, que conllevan la activa participación de la humanidad en su conjunto.

Son muchos los temas que conforman el espectro de la agenda ecológica, pero en estos días ha dominado el cambio climático, tanto por los positivos resultados de la Cumbre en Paris en diciembre del 2015, como debido a la posibilidad que el acuerdo suscrito en esa oportunidad pueda entrar en vigencia, ya que han crecido sus ratificaciones. Pero no todo es optimismo, pues las visiones autoritarias son poco amigas de la ecología y Donald Trump ya ha anunciado su desprecio al tema y el proceso bolivariano, ni ha ratificado el acuerdo de Paris y ha acelerado el proceso destructivo de la ecología nacional por los potenciales efectos negativos del arco minero de Guayana.

El Acuerdo de París sobre Cambio Climático, suscrito en diciembre del 2015, por 195 países miembros de las Naciones Unidas, que sustituye al Protocolo de Kioto, constituye un texto innovador, integrador y coherente con los cambios y complejidades del tema. Su objetivo principal contener el calentamiento climático, para evitar una subida de temperaturas por encima de los dos grados y para ello se han adoptado fórmulas innovadoras que incorporan los diversos sectores involucrados en la temática y manejando intensamente la modalidad de los incentivos, como medio para la promoción de conductas cooperativas que contribuyan a la conservación de la ecología.

Para entrar en vigencia el acuerdo prevé que debe ser ratificado por 55 países que representen el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora bien, resulta alentador saber que los principales emisores de gases, como son China y Estados Unidos, ya han ratificado el acuerdo, el pasado 3 de septiembre, en el marco de la reunión del Grupo de los 20 que se efectuó en China y, en este momento, se tiene un total de 31 países que lo han ratificado, incluyendo seis países de la región (Argentina, Brasil, México, Honduras, Panamá y Antigua y Barbuda). Se espera que con la ratificación de la Unión Europea, que debería ocurrir antes de culminar la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Acuerdo pueda entrar en vigencia este año.

Pero no todo es optimismo, el candidato republicano en las elecciones de los Estados Unidos Donald Trump, ha señalado, entre otras, “deshacer el acuerdo si es elegido”, incluso ha afirmado que: “el calentamiento global era un bulo inventado por los chinos”, lo que ha generado una fuerte reacción de la comunidad científica, con la firma de una carta abierta por parte de 375 científicos, cuestionando la ignorancia del Sr. Trump y alertando por los riesgos que para la humanidad en su conjunto puede generar esta posición.

Por su parte, el proceso bolivariano, en sus permanentes falsos discursos, presentó la ecología como una de sus banderas revolucionarias, como siempre discurso para ingenuos, pues la práctica ha sido radicalmente diferente pero encubierta por su hegemonía comunicacional. Por razones ideológicas ha destruido la institucionalidad ecológica del país, en la búsqueda de destruir la Asamblea Nacional, que le resulta adversa, no ha procesado la ratificación del Acuerdo de Paris sobre el cambio climático, pero tampoco las normativas del Mercosur que asumió como obligación con el protocolo de incorporación como miembro pleno. Para agravar la situación, ahora ha iniciado un proyecto profundamente destructivo de la ecología, como es el arco minero de Guayana, menospreciando y descalificando la crítica.

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