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Desde 1999, América Latina y El Caribe y la Unión Europea (UE) han ido construyendo una “asociación estratégica birregional”, bajo el enfoque del interregionalismo, y dirigida a través de la diplomacia de Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de Río y la UE (ALC-UE). En principio, debido al contexto de unipolaridad, el interés en la relación se concentraba implícita, y algunas veces explícitamente, en establecer una suerte de equilibrio cooperativo frente a EEUU y gobernar la globalización económica. La UE como socio fuerte de la relación, planteó la firma de una serie de Acuerdos de Asociación con los principales mecanismos de integración latinoamericanos –SICA, CAN, MERCOSUR-, así como con México y Chile por separado -debido a su no pertenencia a ningún esquema regional. Con esto último, Bruselas buscaba respaldar la integración latinoamericana con su propia experiencia integracionista, desarrollar una relación birregional profunda, y preservar sus intereses económicos en la región frente al avance del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por EEUU.

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